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¿Porque el hombre se fija en el cabello de la mujer?

Si bien es mentira que al hombre no le llama la atención lo que las mujeres hacen con su cabello, el afirmar que el cabello es el atributo culpable de que nos rindamos a sus pies resultaría también exagerado. El que nos produzca placer el ver, sentir, e incluso oler el cabello ajeno tiene que ver con nuestras preferencias acerca del color, la longitud y la forma que percibimos materializadas muchas veces en la mujer.

Los diferentes tonos, la variedad de peinados y el tipo de corte juegan un papel importante en estas percepciones que, hay que decirlo claro de una vez, varían de persona a persona. No se necesita de cambios, tintes o peinados radicales para que un hombre note la belleza que reside ya en lo natural del cabello, pero el que alguna mujer utilice algún color o peinado poco convencional, ya sea para reflejar su personalidad o sus ideas o por simple gusto, puede resultar también muy atractivo para el ser masculino. Incluso el que algunas mujeres gusten de llevar el cabello corto por hábito o por mera practicidad, no garantiza que los hombres no se fijen en ellas.

Una primera explicación simplista puede residir en que, en general, gustamos de aquello que no tenemos nosotros mismos. Esto podría respaldarse relativamente con un hecho biológico que tiene que ver con las hormonas. Hay que recordar que en los hombres la cantidad de cabello tiende a disminuir y adelgazar, mientras el vello tiende a multiplicarse y engrosarse. En la mujer es a la inversa, el cabello tiende a ser abundante a lo largo de la vida, mientras el vello no. El encontrar en la mujer lo que no es posible nosotros, provoca que dirijamos nuestros sentidos al cabello, que es uno de los atributos más visibles. Obviamente esta primera explicación no abarca todos los casos, no es una ley que explique todo lo que causa en el hombre una mujer.

Para explicar más detalladamente por qué el cabello de las mujeres nos cautiva de tan distintas formas, es necesario recurrir a la psicología. La forma en la que experimentamos gusto por la cabellera de las mujeres tiene que ver con nuestros impulsos, con nuestras emociones. Nosotros, que a veces somos demasiado orgullosos para aceptar lo que nos provoca la mujer, dejamos tontamente de reconocer lo que de bello tiene el cabello, regalo maravilloso de la naturaleza femenina. Han sido las religiones mal entendidas, las que han desvalorizado este atributo que se da naturalmente. Algunas autoridades de las iglesias, o en algunas empresas y ayuntamientos, creyeron que es un deber prohibir cierto tipo de manifestaciones que se pueden ver reflejadas en el cabello, declarando algunos peinados, algunos colores como teñidos de coquetería e impropiedad. Incluso aun con las convulsiones sociales de estos tiempos, se sigue teniendo como modelo la mujer recatada con el cabello escondido o con el peinado adecuado.

Si bien el arte alentó y alienta este tipo de paradigmas, en su mayoría los destruye. La pintura ha mostrado la liberación de esas concepciones arcaicas de la mujer, las que desvalorizan el cabello y otros atributos que por naturaleza son bellos. Muchos pintores han reconocido esa belleza, que se expresa en algunos casos como vanidad, en la naturaleza de la mujer. La pintura gótica del siglo XIV es un ejemplo representativo de como el arte alentaba y reflejaba los paradigmas hacia la mujer de la iglesia y el estado; mediante la combinación de influencias francesas e italianas, se mostraba la vida religiosa y cortesana , la cual muestra a la mujer casi siempre con algo que cubre o adorna su cabeza. Un pintor que anuló y destruyó con su obra este tipo de paradigmas fue Michelangelo Merisi, mejor conocido como Caravaggio. En su cuadro Descanso en la huida de Egipto, cuadro atípico del pintor, Caravaggio violenta las reglas de la tradición y el decoro exigidas por los ideólogos de la contrarreforma y pinta a una Virgen María de cabellos inusualmente rojizos apoyando su cabeza en su hijo, transmitiendo un sentimiento tan humano y tan poco divino como el cansancio. Para el cuadro de Magdalena penitente, que refleja más un naturalismo que lo divino, pinta a María Magdalena como una adolescente abatida por el peso de los prejuicios, con los que la han estigmatizado por gozar de los placeres mundanos, placeres por los que parece mostrar arrepentimiento, pero también nostalgia. Para ambos cuadros, Descanso en la huida de Egipto y Magdalena penitente, empleo a Anna Bianchini, una joven prostituta que pudo haber sufrido el azote y la exposición pública mediante el paseo en un burro por las calles por parte de los sbirri – policías que hacían cumplir el mandato del papa Clemente VIII para castigar a las prostitutas-. Otro cuadro que habla por sí solo de la destrucción de estos paradigmas es el de Judit cortando la cabeza de Holofernes.

Como lo dije anteriormente, no se busca establecer que el cabello es lo que hace bella a la mujer, se trata más bien de verlo como un factor en el conjunto de atributos que hacen de la mujer sensible, atractiva, fuerte y cautivante. Esto tampoco implica que solo ciertas características físicas son las que hacen bella a la mujer. La belleza también puede darse de “dentro” hacia “afuera”, es decir, atributos como el espíritu, el pensamiento, la armonía y la personalidad se pueden ver reflejados en las características físicas como el cabello.

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