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La belleza y el cabello.

La belleza es primordialmente un regalo de la naturaleza que involucra a los sentidos y a las formas. Desde la niñez somos afectados no sólo por el concepto, sino también por la idea de la belleza que nos es transmitida primeramente por nuestros seres cercanos. Conforme crecemos, tomamos consciencia sensible de ciertas características, categorías, propiedades o atributos que distinguen a una persona de otra, y caemos en cuenta de que el cabello es uno de los atributos más importantes en esa diferenciación, al ver como las personas pasan parte de su tiempo arreglándoselo o arreglándonoslo, por esa búsqueda de lo bello, de lo que causa placer estético. Es esa búsqueda inagotable y apasionada de la belleza de la mujer y el hombre, en el curso de todas las épocas, la que nos conduce tarde o temprano a dirigir nuestros sentidos hacia el cabello.

En el campo de la cosmética capilar, la belleza se vuelve uno de los pilares, junto con la salud, para todos aquellos productos pensados y elaborados para higienizar y embellecer a las personas según sus deseos o necesidades. Se trata de productos cada vez más perfeccionados, como los acondicionadores, y obtenidos científicamente, como el minoxidil, para satisfacer las nociones de belleza individual en los distintos tipos de cabello. La cosmética capilar se ha convertido en una disciplina cada vez más respaldada, para bien o para mal, por la ciencia. Se elaboran productos cuyo principio sigue siendo el beneficiar, no dañar, pero sigue habiendo mucha exageración en los efectos atribuidos a algunas sustancias, sobre todo para las cuestiones de la caída del cabello. Aún así, se han conseguido grandes progresos en el terreno de los principios activos y de los compuestos que hacen de la belleza algo más realizable. Gracias a estos avances, se puede decir que, en estos días, un preparado cosmético para el cabello favorece o sustituye las funciones naturales e impide la influencia de agentes extra perjudiciales, a la vez que satisface el anhelo de que se realice la belleza que, en estos tiempos, ya no sólo se contempla.

Hay quien ve en la belleza y el cabello una relación para expresar su simpatía o antipatía. Una cabellera aseada suele ser muestra de armonía paras algunas personas, en sí misma o como expresión del deseo de armonizar con su ambiente. Cuantas veces no hemos escuchado a una persona mencionar el cabello de otra al momento de describir lo que le gusta o lo que le cae bien. En cambio, el cabello maltratado o desaseado puede ser un rasgo que la gente utilice para describir a alguien que le desagrada. Esto no es regla, no siempre sucede así, pero el tener un cabello cuidado, desde el punto de vista estético, suele ser importante para el primer contacto entre dos personas. La persona que busca la belleza, propia o ajena, no sólo disfruta del atractivo proporcional de una cabellera, sino que también suele reconocer el resplandor que confiere a la personalidad el tener el cabello de cierto modo. La mujer y el hombre intentan conservar todo su cabello con color, brillo y proporción para adaptarlo a sus concepciones particulares de la belleza, o para adaptarlo a la concepción fugaz de la moda del momento, ya que el peinado (forma), no sólo el cabello, se considera de vital importancia para la apariencia externa, la que refleja la personalidad. Si contemplamos el cabello desde el punto de vista médico, el cabello no es más que una extensión abiótica de la piel, pero si lo vemos desde el punto de vista social-artístico, el cabello es un reflejo de la personalidad y un símbolo poderoso para la estética.

No solo podemos encontrar la relación entre belleza y cabello en la cosmética, también podemos encontrarla reflejada en las artes, en la historia y en el habla de uso cotidiano. Por ejemplo, hablando de manera general, el cabello ha ejercido siempre una fascinación en la literatura y en la pintura. En muchas leyendas, en muchos cuentos, en muchos relatos y en muchas pinturas se perpetúa su belleza y se le atribuye una fuerza atractiva casi irresistible (La sirena Loreley y su rubia cabellera, Sansón y su melena, los dandys del siglo XIX y sus estilos pulcros, los peinados victorianos en las novelas de Jane Austen, la pintura del nacimiento de Venus de Boticelli, las brujas yendo al Sabbath de Ricardo Falero, el cuadro de Hilas y las ninfas de William Waterhouse, La Godiva de John Coillier, El retrato de Jeannes Hébuterne de Modigliani, Vanidad de Cadogan Cowper,etc.).

Ya sea para explicar la belleza y su relación con el cabello en la cosmetología o en el arte, podemos decir que el placer estético de ver, observar o palpar el cabello de alguna persona parte de los sentidos que lo perciben agradable. De ahí pasa a la inteligencia, porque suele darse la diferenciación que ya mencionamos, para que se experimente de manera más profunda. De esta manera conducimos nuestra voluntad hacia aquello que consideramos un bien digno de estima. El placer estético que sentimos, con nuestro cabello o con el de otra persona, se supone desinteresado, no busca ninguna ganancia más que el brillo, la armonía o la sedosidad, y lo entendemos por ese profundo modo de sentir lo bello. En ese sentido, dejamos que sean los fabricantes, o los comerciantes, los de la ganancia en la relación de la belleza y el cabello.

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