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¿Por qué debemos cuidar nuestra piel?

La salud y la belleza encuentran su expresión más directa en la piel. Nuestra percepción y nuestra proyección de lo saludable y lo agradable se basan en gran medida en las funciones que cumple este órgano, tan vital para la existencia de cualquier persona. Las funciones más conocidas que cumple la piel son las de protección contra las fuerzas externas, las de sensibilidad hacia los estímulos exteriores y las de manifestación del estado en el que nos encontramos. Estas funciones llegan al máximo de su desarrollo hacia los 21 años, se mantiene óptimas durante un lapso y alrededor de los 25 años comienza su decrecimiento hasta llegar al decaimiento inevitable, propio de la vejez.

La edad de los 25 es considerada por muchos como el paso definitivo a la adultez, donde las revoluciones sentimentales e intelectuales, junto con los procesos hormonales y fisiológicos se estabilizan y adquieren un cariz menos cambiante. De acuerdo con algunos psicólogos positivistas, esta “estabilidad” tiene mucho que ver con la formación del carácter y la definición de los rasgos físicos y psíquicos que nos acompañaran el resto de nuestra vida. Sin embargo, la mera estabilidad ya es decrecimiento. A la par de este proceso de definición, comienza otro que tiene que ver con la disminución de las funciones y de los componentes de nuestro organismo que traen como consecuencia problemas a la salud y a la belleza. Por ejemplo, la piel puede comenzar a notarse más reseca que de costumbre, sobre todo en las épocas invernales, o nuestro rostro puede reflejar signos de cansancio y estrés que antes no se manifestaban con nuestro ritmo de vida.

A partir de los 25 años, se vuelve recomendable sobre todo la protección adicional de la piel, ya que comienza a no bastar la autoprotección cutánea. Esta protección es benéfica no sólo para el órgano más extenso del ser humano, sino que representa también un escudo protector para todo el organismo. El medio ambiente y los climas desfavorables dañaran menos cuanto mejor protegido este el organismo; y las responsabilidades y preocupaciones desgastaran menos si estamos bien nutridos. No quiere decir esto que te precipites al quirófano a corregir todo lo que no te gustó como se desarrolló, o que comas lo doble o triple de lo que comías para cubrir las deficiencias que se puedan presentar, se trata más bien de potencializar tu salud y tu belleza natural con hábitos más saludables y con productos químicos, naturales o cosméticos que se adecuen a tu tipo de piel y organismo. Es importante iniciar con la concientización respecto a la conservación y cuidado de nuestra piel a los 25 años para que a los 40 no entremos en crisis y queramos recuperar, exponiéndonos a procedimientos peligrosos o fraudulentos el aspecto joven. Obviamente, la intensidad y costo de los cuidados irá en aumento conforme vayamos adquiriendo mayor edad, pero hay que procurar no abandonar drásticamente las precauciones y los cuidados. Los hombres se preocupan más tardíamente que las mujeres sobre este aspecto, suelen hacerlo pasados los 30, ya cuando se vuelve un poco más complicado, naturalmente no económicamente, recuperar el tiempo perdido. La constancia y consciencia en la mujer para este tipo de problemas relacionados con el tiempo y la piel suele ser mayor, hay que aceptarlo, que la de los hombres, pero no tiene por qué ser exclusivo de ellas. Con los cambios sociales y la desaparición de tabúes, ya no se considera exagerado o extraño que un hombre cuide su cuerpo y su piel desde su juventud. Mucho menos que lo haga a los 25 años.

El espectro de los cosméticos para la piel es muy amplio, incluso para un especialista. No obstante se puede partir de un principio muy simple: el de la limpieza. Para cuidar la piel se debe comenzar por un adecuado aseo de la misma ya que toda protección o estimulación extra requiere como condición previa la limpieza. Esto para aumentar la receptividad de los componentes químicos o estimulantes que se utilizaran; ya sea cremas anti-edad, protectores contra el sol o contra el frío, aceites, geles o tonificantes. En general, ya es una buena protección el tener la piel limpia, sobre todo contra las bacterias, además de que es recomendable para evitar las secreciones dañinas y los residuos de productos anteriores. A la persona que tiene la piel aseada se le suele atribuir, de manera positiva y superficial, cualidades psicológicas y sociales como la simpatía, la pulcritud y la responsabilidad. Solamente no hay que exagerar con los hábitos de limpieza, ya que podrían resultar también perjudiciales si se utilizan agresivamente. El proceso intensivo y agresivo de limpieza puede provocar pérdida de humedad, de líquidos cutáneos tardados en regenerarse, hinchazón o enrojecimiento y desplazamiento eventual del ph.

Después de cualquier lavado, hay que restablecer la capa hidrolipídica para favorecer la recuperación de sustancias hidratantes. Para esto Reelance está desarrollando una línea de productos, cremas, tratamientos regenerativos, geles y tonificantes, para el cuidado y la restauración no sólo ya del cabello, sino también de la piel. Es recomendable tras el lavado, dejar que se enfrié el cuerpo para utilizar ya sea cremas o geles para el rostro, o soluciones lechosas o aceitosas para el resto del cuerpo. El cuidado de la piel, con cremas y otros productos para después del lavado, a los 25 años no es un lujo, es una prudente decisión y una protección inteligente para el futuro.

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