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¿Qué determina la belleza de un rostro?

Es frecuente designar al rostro como la parte “más expresiva” del ser humano, pero también, no con menor frecuencia, se le denomina como la medida de la belleza. Ambas designaciones son expresiones distintas de un mismo hecho, a saber que la sensación arrebatadora de la belleza encuentra su comprobación más sublime, de forma mediata e inmediata, en los componentes y atributos que forman el rostro.

A ninguna mujer le gusta que digan algo de su rostro sin antes haberlo contemplado con detenimiento. Y hay rostros que no necesitan observarse por mucho tiempo para hacernos experimentar la belleza. ¿Cómo explicar esa sensación que nos provoca un rostro con cejas agraciadas, con rasgos auténticos o poco comunes, con ojos de cierto color y pestañas de cierta medida? ¿Qué determina la belleza que encontramos en los diversos rostros con los que interactuamos a diario?

Siempre ha existido una estrecha relación, viva y cambiante, entre lo que nosotros consideramos bello, que buscamos reflejar de manera consciente o impulsiva en nuestra persona, y lo que los demás perciben como bello, en una reciprocidad de influencias constante por ambas partes. La visión estética, sobre todo a partir del siglo XVIII, ha pretendido establecer parámetros con los cuales poder decir que un rostro con tales medidas o atributos es bello universalmente, es decir, hay ciertos rasgos, hermosos y medibles, que sobrepasan lo particular. El problema de la subjetividad en lo bello se pretendió resolver mediante la exigencia de estos parámetros en las representaciones de los rostros, sobre todo para las cuestiones artísticas. La formulación de la estética clásica resolvió el problema de la objetividad en el arte volviendo riguroso lo considerado bello, emparentándolo con el conocimiento y con la verdad. Pero se suscitaron nuevos problemas que aun están vigentes con estas formulaciones críticas, a saber ¿Se puede tener la misma exigencia con el arte que con la composición, natural o accidental, de las personas? ¿Podemos decir cuales rostros son bellos y cuáles no fuera del arte?

Hay muchos que piensan que sí se puede. En especial la industria cosmética y la mercadotecnia están en una búsqueda constante de rostros que reflejen los parámetros que pueden ser considerados como universalmente bellos. Para esto se utilizan ciertos atributos deseables que podrían considerarse adquiribles, como una sonrisa agradable, una mirada interesante, una inteligencia aparente, en conjunto con ciertos rasgos físicos “simétricos”, como los ojos, la ceja, los pómulos, la mandíbula, el cabello, la boca o las pestañas, los cuales deben existir y actuar desde un principio como dones de la naturaleza.

Varios estudios psicológicos han tratado de fijar el atributo o el rasgo más importante del rostro. Unos han tratado de establecer a la boca, con labios carnosos y sensuales, como el atributo más importante, otros la ceja y algunos más el cabello sin llegar a un consenso definitivo. Lo importante es que sobresalga y se diferencie un atributo del resto de los demás. En otros estudios se pretende comprobar que es el conjunto de todos esos rasgos, percibidos de cierta manera en la primera impresión, lo que determina la belleza de un rostro. Es por esto, explica el estudio, que se pone tanto empeño en impresionar desde la primera impresión, por eso tantos esfuerzos en escoger la foto más favorable para las redes sociales.

Han surgido también nuevas tendencias que buscan romper con las concepciones tradicionalistas. Mediante procedimientos quirúrgicos, no invasivos, se puede acercar el propio rostro a los paradigmas estéticos imperantes, como el rostro afilado, y un rejuvenecimiento de los atributos faciales. Este tipo de procedimientos no siempre mejoran estéticamente el rostro, pero buscan prolongar y mantener los atributos que las personas consideran como imprescindibles para su belleza. A la par de esto se han retomado modelos, y se ha encontrado nueva inspiración en ellos, de rostros de belleza poco convencional, para modificar los parámetros de belleza rígidos y exigentes. El ejemplo más representativo de esto es quizá Frida Kahlo.

Aun con todas las nuevas tendencias e investigaciones, se mantiene la noción de que la verdadera belleza es aquella cercana a la naturaleza, con la que se nace, no la que se obtiene artificialmente. Una cosa es el impulso de arreglar o perfeccionar lo que consideramos como poco estético en nosotros y otra es la belleza con la cual nace cada persona y que puede fungir como paradigma o arquetipo universal sin mayores modificaciones. Si un rostro quiere considerarse o ser considerado bello, sugiere esta noción, debe desprenderse de lo artificioso, o en todo caso debe utilizar la manufactura para recuperar lo posible esa belleza natural. Se mantiene la idea de buscar y acogerse a la sencillez de lo natural y satisfacer así el imperativo supremo de la belleza: un rostro no debe buscar ninguna aparatosidad ni ningún falso adorno en su sencillez. No es posible llegar a la belleza sino por el camino de la sencillez y naturalidad, y este camino implica utilizar solamente aquello que potencialice esa belleza inherente que tiene todo ser humano.

Reelance tiene una amplia variedad de productos para potencializar esa belleza natural que tiene toda persona y que refleja principalmente en su rostro. Ya sea que consideres la ceja, el cabello, las pestañas, o el conjunto de estos como lo que determina la belleza en tu rostro, puedes recuperar o potencializar la sencillez y naturalidad con los productos especializados que ha desarrollado. Enmarca tu mirada, luce tu cabello y potencializa la belleza de tu rostro con Reelance.

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